lunes, febrero 05, 2007

Asomarse al paraíso

Ayer lo hice.
Fue “un attimo solo” pero estuvo bien. Me dio, paz. Mucha. Y, sorprendentemente, en nigún momento me causó envidia o insatisfacción de mi vida, al contrario, sólo provocaba ganas de mejorar uno mismo, de ser mejor para mejorar el mundo.

Fue en el parque. En un pequeño parterre de hierba un poco seca. Los perros iban llegando, se encontraban, se olían y se sumaban al juego. Cada vez eran más. Correteaban entre la gente, felices, ajenos a cualquier sufrimiento. Sus amos también. Unos hacían malabares, otros juaban con una bola de cristal y su cuerpo. Había música en el aire. Didgeridoo. Otro instrumento, de percusión, de metal, ovalado, color cobre. No sé como se llama.
Fue un moento mágico, en el que paró el tiempo. También pararon el aire y los ruidos. Sólo había paz. Sólo eso, y los perros jugando y correteando alrededor. No sé cuánto rato estuvimos así.
Fui muy feliz

1 comentarios:

A las 7:40 p. m. , Anonymous Anónimo ha dicho...

A veces ser feliz es tan fácil...

Un saludo

 

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